Una nueva propuesta de la Comisión Europea ha encendido todas las alarmas en el sector vegetal: se pretende prohibir el uso de hasta 29 términos tradicionales vinculados a la carne, como “pollo”, “bacon” o “chuleta”, en alimentos de origen vegetal. La medida ha generado una ola de reacciones entre consumidores, empresas y organizaciones vegetarianas.
Pero mientras Bruselas debate cómo deben llamarse los productos vegetales, millones de españoles están recuperando el verdadero significado de la comida: cocinar en casa, con emoción, con sentido.
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¿Qué plantea realmente Bruselas?
El borrador de modificación del reglamento 1308/2013 busca restringir la utilización de denominaciones propias del mundo cárnico cuando se emplean en productos plant-based. Según las autoridades europeas, el objetivo es evitar confusiones y preservar el valor cultural de ciertos términos alimentarios asociados históricamente a la carne.
La propuesta surge apenas meses después de que el Tribunal de Justicia de la UE confirmara que usar estos nombres es legal siempre que no induzcan a error al consumidor.
Reacción del sector plant-based: “una censura innecesaria”
Asociaciones como la Unión Vegetariana Europea han calificado la medida como una amenaza directa a la innovación y al desarrollo sostenible. Señalan que el consumidor actual entiende perfectamente la diferencia entre un “filete vegano” y uno tradicional, y que esta prohibición sólo responde a presiones de la industria cárnica.
En Francia ya se ha dado un paso similar, prohibiendo expresamente en 2024 el uso de términos como “steak” o “filet” vegetal. Si esta normativa se aprueba a nivel europeo, miles de marcas deberán modificar sus etiquetas, envases y estrategias comerciales.
Impacto en España: un mercado millonario en juego
El mercado de productos plant-based superó los 540 millones de euros en España en 2024, con un crecimiento constante. Cambiar el naming de productos estrella como la “hamburguesa vegana” podría suponer costes millonarios para el sector. Además, se plantea un vacío legal: ¿cómo comunicar eficazmente la naturaleza vegetal de un producto si no se puede decir “bacon” ni “pollo”?
¿Protección del consumidor o censura disfrazada?
Esta iniciativa de Bruselas reabre un debate profundo: ¿proteger la tradición lingüística o permitir que el lenguaje evolucione con los hábitos de consumo?
La tormenta está desatada y el futuro de la semántica alimentaria europea está en juego.